Milenios antes de que los mayas erigieran sus imponentes pirámides, una pequeña mujer encontró su fin en el fondo de una oscura caverna. Gracias a técnicas avanzadas de reconstrucción forense, la luz vuelve a bañar su rostro.
Se trata de la Mujer de Naharon, cuyo hallazgo fue reportado al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en 2001 por el espeleólogo subacuático Octavio Del Río como parte de un proyecto de investigación en cenotes y cuevas del estado de Quintana Roo.
La osamenta se encontró a 368 metros de distancia desde la boca del cenote y a 22.6 metros de profundidad. Estudios antropológicos realizados por Alejandro Terrazas, de la UNAM, señalaron que el esqueleto tenía cerca de 80% de la estructura original y pertenecía a una mujer de 1.41 metros de altura y de entre 20 y 25 años al morir.
Los análisis arrojaron una antigüedad de 13 mil 600 años, lo que la clasificó como el vestigio humano más antiguo de América.
Casi dos décadas después del descubrimiento, el INAH se asoció con el diseñador brasileño en 3D Cicero Moraes para devolverle, este mismo año, la cara a esta mujer prehistórica utilizando técnicas avanzadas de reconstrucción forense.
Moraes ha reconstruido ya los rostros de importantes personajes históricos y religiosos como San Antonio de Padua, así como de numerosos fósiles de ancestros humanos.