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Las vibras del tenor (cuarta parte)

Con el tiempo traté de seguir la carrera de Mauricio. Comenzó a crecer su fama con la misma velocidad que causa un “fuera de serie”. Logré ser testigo aún en la Ciudad de México, de obras como: Salut Demuere, de Fausto, en donde las críticas internacionales ya lo destacaban muy por encima de la clásica interpretación de la misma obra por Jussi Bjorling.
Los premios y el reconocimiento lo llevaron rápidamente a la Scala de Milán y al Metropolitan de Nueva York, donde interpretó, entre muchas cosas más, a “Parsifal”, de Wagner; “El Barbero de Sevilla”, de Rossini; a “Casio y Otelo”, de Verdi o a “Idomeneno”, de Mozart.
Todos con unos recursos que provocaban que la gente llorara y como no era extraño ocurriera. También algunos desmayos resultaron en coincidencia con los tonos nunca alcanzados ni imaginados por cualquier ser humano por arriba de los tres mil 200 hertz, desde el SI-2 hasta LA-4.
El mundo entero estaba conmovido, este tenor lírico, lloraba y reía en cada interpretación ganándose al mismo tiempo la esencia misma de cada oído y corazón.
Mauricio nos deleitó y fue un orgullo por muchos años para todos. En la cúspide de su carrera les sorprendió una patología en la laringe que lo obligó a su repentino retiro. Se fue a vivir con su esposa Fernanda a la paz de una casa en la playa.
Yo tenía un pesar terrible, sé que el mundo también lo compartía, dejar ir esa voz y energía era una enorme pérdida. Yo no le perdí la pista.
Supe en su momento que su mujer estaba embarazada. Consideré que el momento que naciera su bebé sería el instante propicio para irle a felicitar y presentarme como su máximo admirador. Meses después me logré acercar dentro del hospital al cunero, dándome valor para aproximarme de alguna manera al artista.
Observé varias criaturas en sus cunas, no logré distinguir ningún cartelón pegado a las cunas que distinguiera el apellido Díaz, pero no tuve que esperar mucho, de repente, una sala contigua en la que había un bebé separado de los otros y a la hora que éste lloró entendí el por qué estaba solo; las lámparas comenzaron a moverse cual olas de mar, las enfermeras se taparon los oídos, el resto de los bebés fueron despertados y lloraron a la par del inmenso niño que de nombre Santiago, daba sus primeros pasos para convertirse en el nuevo tenor que tanto espera el mundo.

Publicado por
Redacción Quintana Roo