Redacción / Grupo Cantón
Cine.- Durante la clase magistral “Actuar o morir”, impartida en el Centro Universitario de la Costa (CUCosta) como parte de la 67ª edición de los Premios Ariel, el actor Joaquín Cosío —reconocido por papeles como El Cochiloco o El Mascarita— no solo compartió experiencias profesionales y consejos para jóvenes artistas, sino que también recibió inesperadas muestras de cariño por parte del público.
“¡Para mí eres mi Brad Pitt nacional!”, le gritó una asistente, provocando la risa general y el sonrojo del actor. “¿En cuáles mariscos nos vamos a ver?”, respondió Cosío, desatando aplausos.
El encuentro, que llenó el auditorio del CUCosta, se convirtió en una conversación sincera sobre las dificultades de la vida actoral, la importancia de seguir la vocación y la visión poética del arte de interpretar.
“El veneno espléndido” de actuar
Ante la pregunta del actor Edgar Treviño sobre cómo sobrellevar que una primera película no se estrene, Cosío recomendó a los jóvenes tener un plan B:
“Si puedes, estudia computación, sistemas digitales. La vida del actor no es sencilla. Pero si ya mordiste la manzana del árbol prohibido, vas a querer repetirlo.”
Habló de la vocación como un instinto que debe imponerse ante todo, incluso si el camino parece incierto:
“Si todos te dicen que ese camino no es el correcto, y tu instinto dice que sí, hazle caso. No será fácil, pero si te apasiona, lo vas a buscar.”
El arte como aspiración
También compartió su visión del arte como una aspiración constante, comparando la actuación con la escritura de poesía:
“¿Por qué actuar no puede también convertirse en un acto poético? El arte es una aspiración, por eso se produce y se produce.”
Recordó cómo ha sentido orgullo en algunas de sus escenas, pero también momentos en los que ha querido desaparecer:
“Hay escenas donde digo ‘wow, bien’, y otras donde quieres desaparecer. Pero la búsqueda continúa.”
De James Bond al arroz con frijoles
Respecto a su participación en Quantum of Solace (2008), dejó claro que no cree en papeles grandes o pequeños:
“La exigencia es la misma. Lo único que cambia es el catering: allá es de lujo, y acá es arrocito con frijoles… pero igualmente buenos.”
“Nunca es tarde”, dice quien empezó a los 30
Una joven de 29 años, bailarina de ballet folklórico, preguntó si aún estaba a tiempo de convertirse en actriz. Cosío respondió con empatía:
“Yo empecé a los 30 y tantos. A los 40 hice mi primera película. Fue por casualidad, por estar en el lugar correcto. Si sientes ese llamado, búscalo.”
Con humildad y carisma, pidió no ser aplaudido tras cada respuesta:
“Voy a pensar que digo cosas interesantes.”
Los aplausos, sin embargo, no pararon.