#VenaCava
Las intermitencias de la muerte y el realismo mágico mexicano.
Por Karla Russell
Para la Nueva Escuela Mexicana, se considera la celebración de tradiciones, costumbres y festividades de toda índole como acto de inclusión, respeto y tolerancia a la idiosincrasia del otro.
Esto por muy “empático” que resulte a cualquiera, choca y con problemas serios para algunos Maestros, Padres de Familia e Iglesia. La razón es que, parafraseando a José Saramago y su maravillosa novela “Las Intermitencias de la Muerte” tal pareciera que la religión tiene la potestad de verdaderamente conocer los terrenos mortuorios, aunque curiosamente no se sabe nada de ello mientras se esté vivo.
Pero como docentes, directivos e incluso, en el rescate de las culturas ancestrales y sus tradiciones, el tema del Día de Muertos es más filosófico y artístico que religioso, pero crea disyuntivas a la hora de aplicarlo, enseñarlo y evidenciarlo en temas escolares donde muchos padres de familia resultan expresar sus creencias religiosas y paganas con relación al caso.
No digamos en Cancún, donde la comunidad extranjera muestra sus tradiciones sin ningún afán de solemnidad y es una verdadera festividad de disfraces.
No obstante, cabe recalcar algo, en la psique humana es necesario abordar estos temas como un asunto natural e incluso necesario. Aunque doloroso, la vida terrenal eterna podría no ser tan placentera y por el contrario, aburrida. Sin fallecimientos, la gente no lucharía por su propio futuro.
Desde esta columna, reciban mi más cálido abrazo para los que la vida digna en el aquí y ahora es la esperanza de un estar mejor en el más allá. Exista o no. Lo crean o no.