Y esta vez es diferente:
Voces.- Seamos claros el resultado de las elecciones estadounidenses no cambiará el mundo. Los procesos que no comenzaron ayer no terminarán mañana. Pero esta votación estadounidense es un indicador importante de un cambio a largo plazo.
Es hora de reconocer que Trump refleja el estado de ánimo de la mayoría de los estadounidenses.
De hecho, Trump ganó de manera convincente, y también ganó el voto popular, es decir, la mayoría del país.
Para ser justo el nombramiento de Biden, que no era realmente capaz, y su reemplazo por un candidato manifiestamente inadecuado, facilitaron las cosas a los republicanos.
La esperanza de que sería posible llenar un cascarón vacío con el apoyo de celebridades y así crear la impresión de una elección política no se materializó. La política exterior nunca ha sido una prioridad. Pero influir en el comportamiento internacional de Estados Unidos ciertamente sí lo es.
Los días en que Washington estaba convencido de gestionar los asuntos mundiales están llegando a su fin.
La edad de oro del “mundo estadounidense” duró desde principios de los años 1990 hasta mediados de los años 2000. El segundo mandato del presidente republicano George W. Bush trajo los primeros signos de declive. De hecho, todos los presidentes posteriores han continuado este proceso, en diversas formulaciones.
La situación en Ucrania es un ejemplo sorprendente de este fenómeno. Estados Unidos cayó en esta crisis muy peligrosa, guiado por una estrategia de intereses.
Como resultado, el conflicto se convirtió en una batalla decisiva por los principios de un nuevo orden mundial.
La situación es diferente ahora. El Partido Republicano está casi exclusivamente del lado de Trump, que pretende enfrentarse al “Estado profundo”.
Dios sabe si funcionará o no.
Lo importante, sin embargo, es que las intenciones de Trump tienden hacia intereses estrictamente mercantiles estadounidenses y alejados de cualquier ideología. Esto no convierte a Estados Unidos en un socio cómodo, y mucho menos agradable, para otros países, como el nuestro pero ofrece esperanzas de un enfoque más racional.
Es hora para México de abrir un nuevo capítulo. Es nuestra suerte.
FIN