Voces

Reflexión sobre el bienestar animal

No hace mucho tiempo advertí a las autoridades de bienestar animal que algo no se estaba manejando correctamente.

El Centro de Bienestar recibía animalitos de la calle, pero no rescataba, no atendía denuncias, y además trataban a la gente con despotismo.

Yo misma acudí a poner una denuncia y fui tratada de esa manera: no recibieron mi denuncia, no hubo empatía, ni voluntad, ni interés.

Lo manifesté al Director de Ecología y también al Fiscal.
Pero no se hizo nada.

Mientras tanto, nosotros seguimos trabajando en lo que realmente importa:

la esterilización, las vacunas, la atención a accidentes y emergencias, la adopción responsable, las pláticas educativas, participar en eventos comunitarios, escribir mi libro y colaborar con el periódico.

Y entonces llegó el 4 de noviembre.

Ese día recibí lo que jamás pensé recibir.

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Un impacto brutal. La noticia de lo que había ocurrido dentro del Centro de Bienestar Animal me dejó en shock.

Quise gritar de impotencia.

Había advertido tantas veces que algo estaba mal, que era urgente actuar, que no se podía seguir ignorando.

Confié nuevamente.

Y nuevamente me engañaron.

Las consecuencias hoy son devastadoras.

Lo que pasó no es solo un error administrativo.

Es una tragedia moral, ética y humana.

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Es la prueba de que cuando se ignora la voz de quienes sí trabajamos por los animales, los resultados pueden ser irreparables.

Hoy más que nunca necesitamos un centro que realmente funcione, con profesionales capacitados, protocolos claros, supervisión, transparencia y empatía.

No un lugar donde se silencie la verdad ni donde se permita que el dolor de los animales quede oculto detrás de una puerta cerrada.

Los animales no pueden hablar.

Pero nosotros sí.

Y yo seguiré haciéndolo como lo he hecho toda mi vida.

Publicado por
Javier