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29 marzo, 2024

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Siempre al final (primera parte de tres)

Es increíble lo bueno que somos los mexicanos para hacer las denuncias en el momento menos preciso, además de que sólo queda en eso, una escandalosa denuncia sin mayores desenlaces.

Isabel Rodríguez

Es increíble lo bueno que somos los mexicanos para hacer las denuncias en el momento menos preciso, además de que sólo queda en eso, una escandalosa denuncia sin mayores desenlaces.

A lo largo de cada sexenio los medios de comunicación se desviven por tener al día y al momento todas las acciones de los servidores públicos de mayor peso, son noticias de primera plana, se comenta y comenta en noticieros, se les da una cobertura más allá de lo cordialmente aceptable, se les trata como si fueran de sangre azul y constituyeran parte de una rancia aristocracia.

En los periódicos de finales de los años 40´s se hacía mención de la familia del presidente Miguel Alemán como “la aristocracia mexicana”, como si se tratase de un gran señor con raíces de abolengo cuando en realidad era otra la verdad, era hijo de un padre revolucionario que por cuestiones de inestabilidad tuvieron que mudarse varias veces y él, desde chico tuvo una vivencia muy cercana al campo mexicano, en especial con los indígenas popolucas. Así que lo de aristócrata fue otorgado por los asombrosos medios de comunicación en aras de quedar bien  con quien en ese momento ocupaba el máximo cargo de poder en nuestro país.

En Estados Unidos se le consideraba como: “un hombre pragmático sin ideología política; un oportunista que se movía para donde soplara el viento y de donde pudiera sacar la mayor ventaja personal.” Y así en la historia encontramos cientos y cientos de situaciones en las que cada Jefe del Ejecutivo o servidores públicos en general aparecen como fuera de una realidad.

Hoy tenemos el caso de la aristocracia Quintanarroense, el señor Borge y su séquito. ¿Se habían percatado de ello?

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