Una ciudad como Cancún necesita continuidad, orden y planeación.
Sin embargo, cada tres años, cuando cambia la administración municipal, los proyectos iniciados por el gobierno anterior se detienen o se abandonan.
En lugar de dar seguimiento a lo ya avanzado, las nuevas autoridades buscan “imprimir su sello personal”, lo que provoca pérdida de tiempo, recursos y esfuerzos. Todo se modifica según el color político que llega al poder.
En vez de aprovechar lo que ya funcionaba, lo destruyen para imponer sus propias ideas, frases y colores, repitiendo una y otra vez la misma frase: “Eso ya no sirve, es otra administración”.
Esto es exactamente lo que sucede hoy con el Centro de Bienestar Animal de Cancún.
Durante la administración anterior, con dificultades y limitaciones, el centro funcionaba: se atendían denuncias, se recibían perros y gatos de la calle, y había personal de guardia de 8:00 a.m. a 7:00 p.m. Ahora, con el cambio de administración, todo se detuvo.
Una licenciada del área respondió recientemente a una ciudadana:
“Ya no recibimos perros ni gatos, ni atendemos denuncias. Solo damos atención a perros, pero no a gatos ni casos de la vía pública.”
Ante esa respuesta, los jóvenes que acudieron a denunciar un ataque de un perro en agosto pasado preguntaron si podían al menos levantar una denuncia formal con video, fotos y certificado médico.
La respuesta fue la misma:
“No se pueden recibir denuncias, ni otorgar folios. Ya no funciona como antes.”
Así se cierra una puerta más a la justicia y al bienestar animal. Y así, cada cambio de gobierno destruye años de trabajo y avance ciudadano.
Una administración responsable debería dar continuidad a los proyectos que benefician a la ciudad y a todos los seres que habitan en ella. Gobernar no es imponer un nombre o un color nuevo: es servir, cuidar y proteger.