Por: Jorge Sanén
En este nuevo capítulo de la historia democrática de México, tenemos una oportunidad inédita: elegir a quienes integrarán el Poder Judicial.
No es un hecho menor.
Por primera vez, como mexicanas y mexicanos, podremos participar en la elección de las personas juzgadoras. Y lo haremos con la fuerza que solo da el pueblo cuando decide ejercer su soberanía.
Durante muchos años, la justicia en nuestro país fue privilegio de unos cuantos.
Se nombraban jueces en lo oscurito, se negociaban sentencias, y se construyó una estructura judicial alejada del pueblo.
Hoy, esa estructura se tambalea porque la transformación que vivimos exige transparencia, cercanía y compromiso con la sociedad.
Por eso, esta elección no es una más.
Es el inicio de una nueva etapa en la que el Poder Judicial dejará de ser un poder aislado y se convertirá en uno verdaderamente representativo.
Pero eso solo será posible si cada ciudadano y ciudadana asume el papel que le corresponde.
Participar en este proceso no es solo un derecho: debería ser una obligación moral con el país que queremos construir.
Es tomar postura, alzar la voz y decir con claridad qué tipo de justicia deseamos.
Es defender la transformación y consolidar un sistema que por décadas se negó a ver a los más pobres, a las mujeres, a los pueblos originarios y a los trabajadores.
No tengamos miedo de cambiar lo que ha estado mal.
La Cuarta Transformación no sería posible sin la participación del pueblo, sin la convicción de que somos nosotros y nosotras quienes debemos decidir, no las élites, no los intereses de siempre.
Hoy tenemos la oportunidad de dejar una huella en la historia de México.
No la desaprovechemos. Participemos, informémonos, y hagamos de esta elección un ejercicio ejemplar de democracia popular.
Porque si queremos una justicia con rostro humano, justa y cercana, debemos ser parte activa de su construcción.
