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28 marzo, 2024

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Maretazo

Carlos Joaquín, entre la obscuridad política, la corrupción y la traición de su gabinete

He aquí navegando en las aguas bravas de la Bahía de Chetumal, las que se agitaron en lo político en el umbral del 2018, pero no sólo por el inicio del calendario electoral local en el marco de los comicios concurrentes, para renovar la Presidencia de la República, el Congreso de la Unión (Cámaras Alta y Baja), y los 11 Ayuntamientos de Quintana Roo con la opción de reelección; sino porque al Gobernador del Cambio, Carlos Joaquín González, se le agotó el plazo del discurso del posicionamiento, de la revisión y reorientación de la administración pública, le llegó la hora política.

Carlos Joaquín está obligado a mostrar su oficio político y tendrá que iniciar por su gabinete, dividido por la traición y la corrupción; de lo contrario no podrá navegar viento en popa en el proceso electoral, y con un resultado adverso, en seis meses su gobierno habrá pateado su oportunidad en materia política, y en efecto estaría destinado a erigirse tan sólo como administrador de Quintana Roo, y eventualmente al final de su sexenio correr la misma suerte de su antecesor.

Por añadidura, a este convulsionado escenario, hay que agregar los efectos colaterales de la extradición de Panamá a México del ex gobernador Roberto Borge Angulo, quien, al margen de su situación jurídica, mantiene poder político y sobre todo económico con el cobijo de su creador, Félix González Canto, quien no sólo ha fortalecido su red de poder sino que ya infiltró la del Gobierno del Cambio.

Carlos Joaquín tiene que comenzar por pedir y ajustar cuentas a la mayoría de sus asesores, de sus hombres y mujeres cabezas de sector, quienes tal cual pulpos no sólo controlan los dineros, lo político, sino que en una profunda traición al mandatario estatal, sostienen negociaciones con el felixismo-borgismo (léase Félix González Canto); ipso facto se adelantan a los resultados electorales, que de antemano ven adversos, y planean desde el gobierno financiar diversas campañas y en específico, en bloque, a todos los candidatos de Morena.

Los hombres y mujeres de alianza llegaron al gobierno del cambio derrotados; se vieron para un sexenio, no para la continuidad de un proyecto; se subieron al barco sin conocimiento del Estado, sin experiencia en las áreas que les asignaron, ni oficio político, más allá de los Curriculums Vitae o perfiles; se obsesionaron en la persecución de los saqueadores de Quintana Roo y de quienes institucionalizaron la corrupción, y naufragaron en las aguas del Síndrome de Estocolmo; ahora, navegan en la corrupción y la traición a su jefe, el gobernador de Quintana Roo, con el riesgo coloquial: “Los carniceros de hoy, serán las reses del mañana”.

Carlos Joaquín, navega entre el reto político, y la traición de su gabinete. Le urge un giro de timón, si quiere llegar a tierra firme en su gobierno, y para ello, tiene que cambiar los faros de sus puertos con nueva LUZ y no continuar en la obscuridad política; para ello, necesita nuevas cartas de navegación financiera, sin corrupción; para ello, necesita un gabinete de Quintana Roo, comprometido y leal a su proyecto.

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