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19 abril, 2024

Lo que bien se dice... bien se entiende

Desechables

Que está destinado a ser usado una sola vez y después tirarse a la basura. Ese es el concepto de desechable.

Y aunque en principio pareciera que se refiere a productos de uso cotidiano y práctico como pañales, vasos, platos, servilletas, cubiertos, popotes, también se ha ampliado a productos como pantallas, jeringas, máquinas de afeitar, pilas no recargables, cámaras fotográficas, bebidas embotelladas, entre otros más.

La comodidad y vida práctica, ha llevado a la humanidad de manera gradual y cada vez más agresiva a una cultura de uso de productos desechables, provocando una serie de perjuicios que traen como consecuencia afectaciones demasiado dañinas que se han buscado contener y a veces detener, pero con poco éxito aún, como las campañas de “Mejor sin popote”.

El principal inconveniente de esta clase de productos es su mayor impacto ambiental al tener un ciclo de vida más corto que los productos duraderos. El uso de este tipo de productos va en contra de las políticas de minimización de residuos y, sin duda alguna, en contra también de la sustentabilidad.

Existen organizaciones ambientalistas que enlistan las graves afectaciones y desventajas que tiene el uso de plásticos, los esfuerzos contradictorios de las grandes empresas al promover el reciclado de plásticos e incluso la compra de los mismos; pero las producciones aumentan cada día más y también los acuerdos o propuestas de los órganos legislativos en diferentes países y dentro de México en algunos estados como Veracruz, Puebla y Ciudad de México al prohibir el uso de bolsas desechables.

Todo lo anterior pareciera un juego en el que todos somos parte, en el que se pierde más de lo que se gana y se arriesga mucho más de lo que la gente se imagina o sabe.

Pero, ¿qué pasaría si la ciudadanía desecha la idea de usar productos desechables? ¿Qué pasaría si las empresas dejan de producir los desechables? ¿Qué pasaría si los gobiernos legislan para prohibir los desechables? ¿Qué pasaría?

La propuesta es entonces, tomar acción en lugar de preocuparse, promover la cultura de la sustentabilidad y actuar en consecuencia, privilegiar el bien mayor y subordinar el interés particular sobre el general y colectivo.

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Hay que recordar que la ley de la oferta y la demanda es la que prevalece y al momento en que se deje de consumir un producto, se dejará de producir en consecuencia… hay que desechar la idea y la acción de consumir productos desechables y el mundo mejorará.

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