Redacción / Grupo Cantón
Columna Georges Goubert
Puede que a algunos les parezca extraño: el nuevo presidente de Estados Unidos ganó las elecciones movilizando a la clase trabajadora contra el establishment, pero ha puesto al mando de su asalto al Estado profundo controlado por la élite a nadie menos que el hombre más rico del mundo.
Para entender lo que realmente está sucediendo en la segunda administración de Trump, debemos reconocer que la clase trabajadora es sólo un personaje secundario.
La política hoy es la lucha por la supremacía de la élite para la élite.
Los económicamente ricos buscan convertir su riqueza monetaria en poder político financiando a sus candidatos favoritos o a ellos mismos en las elecciones.
Así que los ricos tienden a gravitar hacia ideologías políticas.
Por eso los ricos apoyan y creen sinceramente que el mercado sirve a los mejores intereses de toda la humanidad.
Ahora, bajo el gobierno de Trump, es el turno de los multimillonarios que glorifican al empresario autodidacta que se convirtió en multimillonario, y están tomando represalias blandiendo hojas de cálculo como armas y quebrando la voluntad de resistencia del enemigo con tácticas de choque y el miedo a despidos masivos.
Es una guerra contra la élite, por la élite.
Pero para los estadounidenses que no pertenecen a la élite, es algo real en su vida diaria y afectará la vida de sus familias, para bien o para mal. Pero como es habitual, no tienen asiento en la mesa de negociaciones.
El capital cultural de la élite ha cambiado con el tiempo.
El trofeo de la acumulación de capital cultural de élite es el diploma educativo.
Confiere a su destinatario un estatus oficialmente reconocido, tal como un título lo hacía para un miembro de la nobleza terrateniente.
Aquellos que son ricos en dinero pero no necesariamente tienen los títulos más ilustres son la fracción dominante de la clase dirigente.
Esta nueva generación de trabajadores, que oscilaba entre proletarios y capitalistas, se denominó “clase profesional-gerencial”; “CPM”. El CPM constituye la élite estadounidense y la nueva base del Partido Demócrata.
Las cosas realmente no cambian, los estadounidenses ganan dinero, es parte de su cultura y, especialmente, de sus sueños.
