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29 marzo, 2024

Astillero

CdMx: tendencias matan debate

  • Luces y sombras de candidatas
  • Sheinbaum, delantera; Barrales, pelea
  • CCE recula sobre mesa técnica

La pelea por la Ciudad de México parece encaminada a un triunfo de Claudia Sheinbaum, en función del arrastre electoral que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) está mostrando en toda la nación pero, además, por la específica influencia social que el tabasqueño mantiene en la capital del país.

Como en los tiempos del priismo más acendrado, la mayor competencia se dio en lo interno, a la hora en que Morena, es decir, AMLO, decidió quién se quedaría con esa candidatura que, en los hechos, significaba un virtual triunfo anunciado. La contienda se centró en Claudia Sheinbaum, la carta postulada por la “nomenklatura”, según la definición del “opositor” Ricardo Monreal, quien se decía marginado y golpeado por la nueva clase dirigente del joven partido, el grupo familiar y operativo más cercano al jefe máximo.

Sheinbaum no ha sido una mala candidata. No vibra especialmente por la política (como Monreal o Martí Batres, dos de los aspirantes originales a la postulación) y suele emocionarse más por los tópicos científicos y prácticos, relacionados con los problemas de la capital. Pero, con sus luces y sombras (entre estas, las impericias y omisiones en el caso de las muertes infantiles en el colegio Enrique Rébsamen, atribuibles no solamente a las autoridades de Tlalpan, y la larga relación de la científica con grupos constructores privilegiados), Sheinbaum está bajo el manto electoral de AMLO y parece muy difícil que Morena pudiera perder en esta demarcación emblemática.

Alejandra Barrales se ha mantenido en la pelea, a pesar de que su condición es desventajosa. Su partido, el de la Revolución Democrática, al que presidió, está en aguas bajas, y el grupo al que pertenece (entre vaivenes que a veces rozan los linderos personales) también está en declive: Miguel Ángel Mancera cumple discretamente un papel decorativo en el “frente” que dirigen el Partido Acción Nacional y, en concreto, el candidato presidencial Ricardo Anaya.

Carga Barrales con acusaciones de enriquecimiento explicable a la luz de su prosperidad política: un departamento de lujo en Miami y otras propiedades caras en la Ciudad de México. Aun cuando esos expedientes merecerían estar en el centro de la discusión pública, han sido relegados, como otros tantos, en ese remolino de información política escandalosa que va removiendo los incidentes del día anterior con los de la nueva producción.

Sin embargo, Barrales se mantiene como la única retadora real del hipotético trono por venir para Sheinbaum. La apuesta del mancerismo y del perredismo superviviente consiste en no dejarse aplastar, en mantener presencia y aspirar a triunfos al costo que sea en alcaldías, diputaciones y senadurías con asiento en la capital del país. Para ello cuentan con mucho dinero, una predisposición a la violencia en “sus” principales plazas y la esperanza de que el sistema logre encontrar las fórmulas de unificación de fuerzas, en torno a Anaya y el “frente”, para frenar a López Obrador y, en particular, a Marcelo Ebrard, de quien Mancera teme venganza implacable si aquel vuelve a tener suficiente poder.

Mikel Arriola ha tratado de sobrellevar con decoro el difícil papel de ser candidato a nombre de un partido siempre rechazado en la Ciudad de México, desde que se ha elegido por voto popular al jefe de gobierno. Tecnócrata, al igual que José Antonio Meade, y ejemplos, ambos, del virtual entierro político del Partido Revolucionario Institucional, corren suertes negativas parecidas.

Arriola ha buscado apoyarse en los presuntos logros formales que obtuvo en el Instituto Mexicano del Seguro Social cuando fue director de este organismo, pero la diaria realidad lacerante, angustiada, desesperada, de miles de derechohabientes en todo el país, reduce el optimismo del jugador de pelota vasca a una caricatura grotesca. Sin base social posible, se ha manifestado en pro de posiciones de derecha, bajo la suposición de que ese segmento de votantes no encuentra vías de expresión a través del actual panismo.

Como en otras partes del país, la oportunidad de las candidaturas independientes no sirvió para mayor cosa. Hay una aspirante de este tipo y otras postulaciones a nombre de partidos pequeños. En ese contexto, el debate realizado anoche en las instalaciones del Canal Once parecería destinado a ofrecer pocas novedades, sin mover el tablero de posiciones previamente establecido. Por razones de horario de entrega de esta columna no fue posible consignar aquí las impresiones sobre ese encuentro de candidatos.

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Tal como se escribió aquí en la entrega titulada “Slim, la carta pesada”, la aparición en escena “permitió al gran multimillonario rescatar al presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Juan Pablo Castañón, del embrollo en que se metió al pactar con López Obrador una mesa de análisis técnico en la que participarían representantes de la actual administración federal, del CCE y de Morena o el lopezobradorismo, como si éste ya hubiera ganado las elecciones presidenciales”.

Ya con Slim en el control de daños, el citado Castañón ha anunciado la decisión unilateral de cancelar una mesa de análisis técnico sobre el proyecto del aeropuerto internacional. Se argumenta que la postura de AMLO es de absoluto rechazo a esa obra y, por ello, resulta improductivo un ejercicio colectivo de análisis. En todo caso, el gerente del CCE ha dado como ganador, por adelantado y sin mayor contraste, al jefe Slim, al considerar que él y otros técnicos ya han aportado suficientes elementos de juicio sobre el tema. Una respuesta de este corte aumentará la percepción de que el negocio del aeropuerto está inmerso en aguas de corrupción y opacidad (ah, y para incentivar las sospechas: la Suprema Corte de Justicia de la Nación anunció ayer que Slim podrá cobrar tarifas de interconexión a sus competidores a partir de 2019: vuelos judiciales sincronizados). ¡Hasta mañana!

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