2025 termina sin rendir cuentas. Como empezó: con discursos, cifras acomodadas y una narrativa diseñada para no explicar nada. No fue un año de transformación; fue un año de administración del daño, de control del relato y de cálculo político constante.
El poder no corrigió errores: los normalizó. La violencia se volvió estadística; la militarización, costumbre; la corrupción, ruido de fondo. El escándalo dejó de incomodar porque el sistema aprendió a resistirlo todo sin consecuencias visibles. Nada fue excepcional; todo se volvió parte del paisaje.
Se habló de estabilidad, pero fue control. Se habló de gobernabilidad, pero fue silencio impuesto. Se habló de respaldo popular mientras se debilitaban instituciones, se acotaban contrapesos y se descalificaba a cualquiera que incomodara el guion oficial o cuestionara la narrativa dominante.
El Congreso no legisló: obedeció. Los organismos autónomos no estorbaron: fueron señalados. La crítica no debatió: fue atacada. La rendición de cuentas no llegó: se volvió promesa diferida, siempre condicionada, siempre aplazada para otro momento.
No hubo rectificación ni autocrítica. Hubo control del mensaje, disciplina interna y una estrategia clara: reducir el escándalo, cerrar filas y trasladar los costos al tiempo, a las víctimas y al desgaste de la memoria pública.
El accidente del Tren Interoceánico en Oaxaca no alteró ese patrón. Hubo prisa política, inauguraciones anticipadas y, después, contención del daño. Se habló de “incidente”, no de negligencia; de fallas técnicas, no de decisiones de poder. Las víctimas quedaron fuera del discurso oficial y el proyecto siguió blindado por la narrativa del progreso. El expediente quedó abierto solo en el papel.
Esa fue la decisión política del año: producir impunidad, administrar el daño como método de gobierno y apostar a que el costo electoral fuera menor que el de rendir cuentas. 2025 no fue el año del derrumbe. Fue el de la simulación eficaz. Nada explotó, pero nada se resolvió. Se gobernó con cálculo electoral, no con responsabilidad histórica.
No fue un mal año para el poder.
Fue un buen año para la impunidad.
X:@IrmaRibbon