Tulum

Resiste un cenote libre en Aldea Zamá, entre el concreto y el olvido

Roberto Lemus / Grupo Cantón.

A pesar de las amenazas de privatización, este espacio mantiene viva la conexión ancestral con la tierra.

TULUM.- — En el corazón de Aldea Zamá, una de las zonas inmobiliarias más exclusivas y aceleradamente urbanizadas de Tulum, sobrevive un espacio que escapa —al menos por ahora— al control de la propiedad privada: un cenote abierto, sin rejas, sin taquilla, sin restricciones. Un respiro de selva viva que ha logrado resistir al avance del desarrollo inmobiliario y a la presión del turismo masivo.

Este cuerpo de agua, que se esconde entre edificios de diseño minimalista y calles de piedra pulida, conserva aún su voz natural. Aquí el agua canta sin amplificadores.

Es visitado por vecinos locales como Irving, un niño de 12 años que acude cada fin de semana con sus padres.

“Nos gusta venir porque es bonito, tranquilo… pero dicen que ya lo van a cerrar”, compartió en entrevista.

Aunque el lugar carece de señalización oficial, ha sido durante años punto de reunión para familias tulumnenses, deportistas, estudiantes y personas mayores que encuentran en este entorno un espacio de conexión con la naturaleza sin mediación comercial.

Pero las amenazas son constantes: rumores de privatización, vigilancia discreta, obras cercanas y un ambiente de incertidumbre que crece con cada nuevo desarrollo inmobiliario.

Este cenote representa mucho más que una zona de baño. Para muchos habitantes de Tulum, especialmente para los pueblos originarios, los cenotes son espacios sagrados, cargados de historia y espiritualidad.

Durante generaciones, se accedía a ellos sin boletos ni candados, como parte de un pacto ancestral con la tierra. Hoy, la mayoría ha sido cercada, concesionada o convertida en atractivos turísticos de alto costo.

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Organizaciones locales y colectivos ambientales han comenzado a documentar la transformación acelerada del entorno natural en Aldea Zamá, donde la expansión urbana ha puesto en riesgo manglares, fauna y cuerpos de agua. El último cenote libre del lugar simboliza una resistencia discreta pero poderosa.

No hay pancartas. No hay protestas. Solo el rumor del agua y la presencia silenciosa de quienes aún lo cuidan sin pretensiones. Frente a una modernidad que a menudo arrasa con la memoria, este cenote recuerda otra forma de habitar: más consciente, más respetuosa, más humana.

Publicado por
Daniela Balbuena