REDACCIÓN / GRUPO CANTÓN
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) clausuró recientemente el delfinario del Hotel Barceló Riviera Maya, luego de descubrir que operaba sin la debida autorización para realizar espectáculos con delfines. Este incidente, aunque significativo, no es un caso aislado, sino un ejemplo más de la negligencia y maltrato animal en muchos de estos centros turísticos.
El punto de quiebre para la intervención de la autoridad fue un video viralizado en redes sociales, en el que se observa a un delfín golpeándose fuertemente contra el concreto mientras realizaba una acrobacia. Las impactantes imágenes generaron una ola de indignación pública, evidenciando las condiciones inapropiadas en las que estos animales son obligados a realizar actos peligrosos.
A pesar de la gravedad del caso, la Profepa ha actuado con lentitud. La medida tomada hasta ahora es la clausura del delfinario, pero la autoridad ha señalado que esta es solo la primera de muchas acciones por venir, anunciando también investigaciones en otros delfinarios del país. Sin embargo, muchos se preguntan por qué se permitió que estos espectáculos siguieran operando durante tanto tiempo sin ninguna intervención por parte de las autoridades competentes.
El anuncio de nuevas inspecciones ha sido visto por algunos como una reacción a la presión pública, más que un verdadero compromiso por proteger el bienestar de los animales. Organizaciones ambientalistas han venido denunciando prácticas similares en estos centros durante años, sin que hasta ahora se tomaran medidas firmes.
El caso del Hotel Barceló Riviera Maya subraya la necesidad urgente de una regulación más estricta y de una vigilancia real en los delfinarios del país. Aunque la clausura de este centro es un primer paso, las preguntas persisten: ¿serán suficientes estas acciones para erradicar el maltrato y la explotación de los animales en los espectáculos turísticos?
