Javier A. Cervantes / Grupo Cantón
Cancún.- Quintana Roo ha sido escenario de algunos de los huracanes más poderosos y devastadores de la historia reciente, entre ellos el Huracán Gilberto en 1988 y el Huracán Wilma en 2005.
Ambos fenómenos naturales dejaron profundas huellas en la región, transformando la manera en que se preparan y enfrentan estos desastres.
El 14 de septiembre de 1988, Gilberto tocó tierra en la costa noreste de la península de Yucatán como un huracán categoría 5, con vientos sostenidos de hasta 296 km/h y una presión mínima de 888 hPa, récord para su época.
En Quintana Roo, especialmente en Cancún y comunidades costeras, causó daños masivos: techos arrancados, viviendas destruidas, y la infraestructura turística severamente afectada.
La magnitud del daño dejó a miles de personas sin hogar y sin servicios básicos por semanas, mientras carreteras y vías quedaron bloqueadas, complicando las labores de rescate. Además, la agricultura y la economía local sufrieron pérdidas importantes.
Gilberto fue un llamado de alerta para mejorar las normas de construcción y fortalecer los sistemas de protección civil en la región.
Diecisiete años después, en octubre de 2005, Wilma se formó en el Mar Caribe y rápidamente se intensificó a huracán categoría 5, con una presión aún más baja que Gilberto: 882 hPa, la más baja jamás registrada en el Atlántico.
Wilma permaneció estacionado sobre Cancún durante más de dos días, azotando la región con vientos de hasta 295 km/h.
El impacto fue devastador: daños severos en la infraestructura turística, inundaciones extensas, cortes de electricidad que duraron semanas y afectaciones a más de un millón de personas en la península de Yucatán.
Aunque el número de muertes fue menor que con Gilberto, Wilma dejó pérdidas económicas por más de 30 mil millones de pesos y evidenció la vulnerabilidad de la región ante fenómenos climáticos extremos.
Ambos huracanes han sido fundamentales para que Quintana Roo fortalezca sus protocolos de emergencia, implemente normas más estrictas en construcción y desarrolle sistemas de alerta temprana más efectivos.
Gilberto y Wilma no solo impactaron a la población y economía local, sino que también motivaron una cultura de prevención que busca minimizar daños en futuros eventos.
Mientras Gilberto puso en evidencia la necesidad de reforzar la infraestructura y la atención a las comunidades rurales, Wilma mostró la importancia de la resiliencia urbana y la gestión de riesgos en áreas turísticas y pobladas.
Estos dos huracanes históricos recuerdan la fuerza implacable de la naturaleza y la importancia de la preparación constante. Quintana Roo continúa aprendiendo de estas experiencias para proteger mejor a sus habitantes y visitantes frente a futuros ciclones.