Quintana Roo

El Caribe mexicano cierra el 2025 con mares más cálidos y huracanes impredecibles

Roberto Lemus / Grupo Cantón 

Expertos advierten que los fenómenos climáticos ya no siguen patrones históricos, aumentando los riesgos para ecosistemas y población.

Tulum.- El Caribe mexicano cerrará este 2025 bajo un escenario climático que especialistas describen como “peligrosamente anómalo”.

Las altas temperaturas del mar, la formación acelerada de tormentas tropicales y la inestabilidad de fenómenos fuera de temporada han convertido a Quintana Roo en una región de vigilancia permanente.

A pesar de que la temporada ciclónica oficial concluye en noviembre, tanto autoridades federales como meteorólogos independientes advierten que el comportamiento del océano ya no responde a los patrones conocidos.

De acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), el Caribe mexicano cerró 2025 con temperaturas superficiales del mar entre 1.5 y 2.2 grados por encima del promedio histórico, que normalmente oscila entre 28.0 y 29.0°C en los meses más cálidos.

En varias mediciones realizadas entre septiembre y noviembre, las boyas oceanográficas frente a Cozumel y Mahahual registraron valores superiores a los 30.5°C, una cifra que preocupa porque supera el umbral en el que los ciclones encuentran combustible suficiente para intensificarse en pocas horas.

“Estamos observando temperaturas que antes solo veíamos en agosto; ahora aparecen desde mayo y persisten hasta diciembre”, explica la meteorologa tulumnense Shalom Rojas. Este calentamiento prolongado, agrega, no solo aumenta el riesgo de ciclones, sino que alarga la ventana de tiempo en la que pueden formarse.

En 2025 se documentó un incremento evidente en la formación de ondas y bajas presiones cerca de las costas de Quintana Roo.

Según el Centro Nacional de Huracanes (NHC), el 23% de los sistemas tropicales del Atlántico se originaron o adquirieron fuerza en un radio menor a 800 kilómetros de la península, una proporción mayor a la de años previos, cuando el promedio oscilaba entre 10 y 14%.

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Esto se traduce en menos tiempo de alerta para la población.

“La proximidad es lo más preocupante; un sistema que se forma a 300 o 500 kilómetros puede intensificarse y tocar tierra en cuestión de horas”, señala Shalom Rojas

Huracanes fuera de temporada y trayectorias impredecibles

El año también dejó fenómenos atípicos.

En marzo se registró la formación temprana de una tormenta subtropical al este de Bahamas, y en diciembre un sistema de características ciclónicas alcanzó vientos de tormenta tropical sin llegar a consolidarse por completo.

Ambos casos se consideraron “señales de alerta” por parte de observatorios climáticos.

Meteorólogos consultados coinciden en que el patrón de trayectorias erráticas seguirá repitiéndose.

Los huracanes de 2025 mostraron cambios repentinos en dirección, aceleraciones súbitas y periodos de rápida intensificación, un fenómeno asociado tanto al calentamiento del mar como a la interacción entre El Niño y La Niña, que este año alternaron fases débiles y generaron condiciones inestables.

El papel de El Niño y La Niña

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Para los centros de huracanes, el comportamiento combinado de estos eventos desempeñó un papel central. El Niño, presente débilmente a inicios de 2025, inhibió parcialmente la formación de ciclones, pero su rápido debilitamiento dio paso a una fase neutra que permitió que las ondas tropicales se desarrollaran con mayor facilidad. Posteriormente, señales de La Niña en octubre crearon condiciones favorables de cizalladura baja, impulsando la intensificación rápida de varios sistemas.

“El problema es la alternancia: cuando no domina uno ni otro, predomina la inestabilidad”, explica el investigador Carlos Peláez, del Centro de Estudios Atmosféricos de la UNAM. Según él, esta variabilidad explica por qué los huracanes del año fueron más rápidos, más intensos y menos previsibles.

Corales que se blanquean y un mar más energético

Oceanógrafos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología advierten que el aumento de temperatura no solo alimenta huracanes, sino que acelera el blanqueamiento de corales, un fenómeno visible este año en diversas zonas del Parque Nacional Arrecifes de Tulum.

Cuando los corales pierden sus algas simbióticas por estrés térmico, disminuye la complejidad arrecifal, lo que reduce su capacidad de absorber energía durante el impacto de una tormenta. “Un arrecife debilitado significa olas más altas que llegan directamente a la costa”, explica la oceanógrafa Mariela Ballesteros, quien ha realizado monitoreos en Akumal, Puerto Morelos y Banco Chinchorro.

Corrientes marinas y niveles del mar al alza

Los especialistas también han detectado variaciones en las corrientes del Caribe occidental, particularmente en la velocidad del Canal de Yucatán, por donde fluye una gran parte de la corriente que llega al Golfo de México. Estas variaciones, combinadas con el aumento global del nivel del mar —estimado en 3.3 milímetros por año— generan mayores riesgos durante un huracán, especialmente para zonas bajas como Punta Allen, Mahahual, Tulum y Holbox.

El incremento del nivel del mar amplifica el fenómeno de “storm surge” o marea de tormenta, capaz de inundar áreas urbanas y ecosistemas costeros. Los manglares, esenciales para amortiguar estos impactos, también resultan comprometidos cuando los suelos permanecen saturados por mayor tiempo.

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Daños ecológicos cada vez mayores

Huracanes intensos dejan tras de sí un mosaico de daños ecológicos: pérdida de manglar, erosión en playas, fragmentación de arrecifes, mortandad de fauna costera y afectaciones prolongadas en las poblaciones de peces y crustáceos. En 2025, biólogos de la región documentaron áreas de manglar derribadas por vientos superiores a los 200 km/h en la costa sur de Quintana Roo.

“Cada huracán fuerte le quita años de recuperación a los ecosistemas”, advierten. “Y esos ecosistemas son nuestra defensa natural”.

Un cierre de año que deja más preguntas que respuestas

El panorama con el que cierra 2025 sugiere que la región deberá replantear su preparación ante fenómenos cada vez más tempranos, impredecibles y potentes. Conagua reconoce que la vigilancia tendrá que ser continua incluso fuera de temporada, mientras que meteorólogos independientes insisten en fortalecer modelos regionales y sistemas de alerta temprana.

El Caribe mexicano, con su mar más cálido de lo habitual y ecosistemas bajo presión, entra a 2026 con un mensaje claro: el riesgo de huracanes ya no se limita a un calendario, sino a un océano que se calienta sin descanso.