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24 abril, 2024

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Unidad de Inteligencia advirtió a Trump del COVID-19 antes que OMS

A finales de febrero, cuando el presidente Donald Trump exhortaba a los estadounidenses a no atemorizarse por el nuevo coronavirus, sonaban ya las alarmas en una pequeña unidad de inteligencia poco conocida, situada en una base del Ejército a una hora al norte de Washington.

Profesionales de inteligencia, ciencia y medicina en el Centro Nacional de Inteligencia Médica estaban haciendo discretamente lo que han hecho durante decenios: monitorear y seguir amenazas globales de salud que pudieran poner en peligro a los estadounidenses.

El 25 de febrero, la unidad elevó su nivel de alerta sobre el nuevo coronavirus (de WATCHCON 2 a WATCHCON 1) al señalar que podía convertirse en una pandemia, de acuerdo con un funcionario estadounidense. Eso fue 15 días antes de que la Organización Mundial de Salud (OMS) declarara al brote una pandemia global.

En el momento de la advertencia, se habían reportado pocas infecciones del virus SARS-CoV-2 en EU. Ese mismo día, Trump, que estaba en Nueva Delhi, tuiteó: “El coronavirus está bajo control en Estados Unidos”. Pronto, sin embargo, el virus se diseminó por el mundo, enfermando a más de 2 millones de personas con el COVID-19 y matando a más de 26 mil personas en territorio estadounidense.

El centro generalmente envía sus conclusiones a las autoridades de Defensa y de Salud, incluido el secretario de Salud. Su primera advertencia, el 25 de febrero, reportada inicialmente el mes pasado por la revista Newsweek, fue incluida en las notas de inteligencia provistas al Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas, pero no se sabe si Trump u otros funcionarios de la Casa Blanca la vieron.

Varias agencias de inteligencia habían incluido información sobre el nuevo coronavirus en sus materiales para sesiones informativas desde inicios de enero, según el funcionario, quién pidió preservar el anonimato porque no estaba autorizado a confirmar detalles de la alerta.

Al menos 100 epidemiólogos, virólogos, ingenieros químicos, toxicólogos, biólogos y expertos médicos militares (todos entrenados en inteligencia) trabajan en la unidad de inteligencia médica, ubicada en la base de Fort Derrick, en Frederick, Maryland. Los pedidos de entrevistas a miembros actuales fueron rechazados, pero exempleados describieron cómo examinan volúmenes enormes de información en busca de pistas sobre acontecimientos globales de salud.

“Sientes que buscas una aguja entre un montón de agujas”, platicó Denis Kaufman, quien trabajó con la unidad de inteligencia médica desde 1990 hasta 2005 y de nuevo más tarde, antes de retirarse.

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La mayor parte de la información que estudian es pública, llamada material de ‘código abierto’. Un periódico local en África puede publicar una historia sobre un aumento de personas que se enferman y eso llama la atención porque no hay menciones de esa enfermedad en otra parte del país. Un médico en Medio Oriente puede mencionar sus preocupaciones sobre un virus en los medios sociales, pero, a diferencia de organizaciones como la OMS, el equipo de inteligencia médica, parte de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), tiene también acceso a material secreto recolectado por las 17 agencias de espionaje de EU.

La unidad de inteligencia médica puede examinar señales e intercepciones de inteligencia recolectadas por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) o leer información que los agentes de la CIA recolectan en el extranjero. La Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial puede compartir imágenes de satélite y mapas de terrenos para ayudar a determinar cómo una enfermedad, como el ébola y la gripe aviar, pudiera diseminarse entre una población.

“Cada día, nosotros llegábamos al trabajo y leíamos e investigábamos nuestra área en busca de cualquier cosa que fuera diferente, algo que pudiera no tener sentido, ya sea sobre una enfermedad, atención de salud, terremotos, desastres nacionales, cualquier cosa que pudiera afectar la salud de una nación”, comentó la doctora Martha ‘Rainie’ Dasche, especialista en África quien se retiró de la DIA en 2018. “Empezamos a hacernos preguntas. Examinamos todo con un ojo cínico”.

El grupo no recolecta datos de inteligencia, sino que los analiza y produce evaluaciones de inteligencia médica, pronósticos y bases de datos sobre enfermedades infecciosas y riesgos de salud derivados de desastres naturales, materiales tóxicos, bioterrorismo y sobre la capacidad de ciertos países para lidiar con ellos.

Sus informes están dirigidos a los comandantes militares, funcionarios de salud del departamento de Defensa y estudiosos, así como responsables de políticas en el Pentágono, la Casa Blanca y las agencias federales, especialmente el Departamento de Salud.

El centro estaba originalmente en las oficinas del director médico del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial, pero líderes militares han aprendido ‘a la fuerza’ los peligros que las enfermedades representan para las tropas.

“En la Guerra Hispano-Estadounidense hubo epidemias grandes de tifus y disentería”, de acuerdo con un reporte escrito en 1951 en el Centro Médico Militar Brooke en Fort Sam Houston, Texas. “En la Primera Guerra Mundial hubo brotes extensos de influenza y malaria. En la Segunda Guerra Mundial, hubo una gran incidencia de malaria y de hepatitis. En todas las guerras previas a la Segunda Guerra Mundial, las pérdidas por enfermedad excedieron las causadas por heridas en combate”.

Hoy, los éxitos del equipo se reflejan en las alertas tempranas que previenen enfermedades. Eso puede ser difícil si un país que no reporta ni comparte información por temor de que la noticia afecte su economía o el turismo. Algunos países pobres no compilan buena información. La información proveniente de países que tratan de restar importancia a la gravedad de una epidemia tampoco es confiable.

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Kaufman indicó que enormes volúmenes de información provienen de China, donde surgieron los primeros reportes del nuevo coronavirus en la ciudad de Wuhan, pero como el país tiene un gobierno autoritario, los estudiosos de inteligencia médica compilan su información a nivel local, no de Beijing.

“En algunos casos, es más provechoso recolectar información desde la base, no del gobierno comunista central, sino de las localidades. Alguien en Wuhan puede estar diciendo ‘No puedo reportar esto porque no quiero verme mal delante de mi jefe’. U otro tipo dice que no puede hablar de la influenza aviar porque su primo tiene un mercado de aves de corral y él no quiere dañar el negocio”, abundó.

Con información de El Financiero

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