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29 marzo, 2024

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El día que el Negrito de Bimbo cambió de nombre

CIUDAD DE MÉXICO.- En octubre de 2013, mediante una campaña en redes sociales, Grupo Bimbo le dijo adiós al nombre de uno de sus productos emblemáticos, el Negrito de Bimbo cambió ese 18 de noviembre a llamarse simplemente, Nito. 

Muchos especularon cuáles serían las razones del súbito cambio. 

Se manejaba que la empresa en un gesto de corrección política, había decidido esa transformacion antes de que el tema explotara aludiendo a los derechos humanos. 

“Transforma cualquier momento con Nito y su irresistible sabor a chocolate por dentro y por fuera”, se lee en la página oficial de Nito, quien con seis décadas a cuestas sigue endulzando los paladares en los puntos de venta que la empresa tiene por el mundo.

Días antes de darse a conocer oficialmente el cambio de nombre, Excélsior publicó en su edición impresa, páginas 12 y 13, un texto de Wilbert Torre en entrevista con Lorenzo Servitje,  anunciaba la nueva era del pastelillo. De ahí extraemos algunos fragmentos.

Con este nuevo nombre del Negrito, la empresa mexicana busca conquistar el mercado de EU; Roberto Servitje detalla la estrategia con la que sobrevivieron al acoso de las transnacionales y cómo el TLC no fue un factor para su éxito

Roberto Servitje tiene 85 años y anda erguido, elegante y a buen paso. Hace siete meses se retiró de la presidencia de Bimbo y aún viene a su oficina y viaja con regularidad por el mundo para confirmar que los grandes almacenes tengan en sus estantes las donas y los populares gansitos.

Su voz suave contrasta con la forma claridosa de decir las cosas: el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá –sostiene– modificó la economía del país, pero no fue determinante para que la empresa se transformara en la panificadora más grande del mundo.

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Ideólogo e instrumentador de la internacionalización del grupo, dice que Bimbo no debe al acuerdo comercial sus récords de ventas en Estados Unidos y la expansión a tres continentes, tanto como a la voracidad de bancos de inversión y poderosas compañías internacionales que los acosaban para que vendieran.

Jamás consideramos la venta del grupo —recuerda—, y para no ser devorados por otros gigantes decidimos extendernos fuera de México. El grupo tiene plantas en tres continentes y cien marcas que se venden en 16 países tan distintos como China, Guatemala y Brasil. Estados Unidos es su mercado más importante y los Servitje se aprestan a dar el último de los golpes, aunque en ello se les vaya parte del corazón y la historia: El Negrito Bimbo.

Uno de sus bestsellers perderá el nombre con el que fue bautizado hace cuatro décadas para entrar sin sobresaltos a las tiendas del país gobernado por Barack Obama. En un arrebato de corrección política, el Negrito se llamará Nito. Bimbo es con frecuencia citado entre las empresas más beneficiadas por el TLCAN.

En 1957 Bimbo lanzó tres productos: Bombonete, Negrito y Gansito.

Al principio surtían los tres por igual, pero pronto los clientes comenzaron a pedir el pastelito con relleno de fresa.

El primer pedido fue 500 gansitos, hechos de manera artesanal en ocho horas de trabajo. Bingo.

—En una semana de 1961 —con el recuerdo los ojos de Servitje se alzan al cielo— vendimos más gansitos que personas en la Ciudad de México: más de 10 millones.

Gansito se convirtió en emblema de Marinela y en el personaje más afamado y vendido de Bimbo; mientras el Negrito —el primer Negrito— y el Bombonete murieron sin gloria.

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A finales de los años 50 se inauguró una planta en Guadalajara, al mando de Roberto, quizá la mayor satisfacción de su larga vida en la empresa. Pronto los panes y pastelitos llegaron desde ahí a 13 estados y detonaron la apertura de la planta de Mazatlán, que inundó de panes y pasteles el norte del país.

Años más tarde una nueva crisis condujo a otra oportunidad. Los Servitje estaban preocupados por el desperdicio de los productos que se devolvían con fecha de vencimiento. El ingeniero Velasco tuvo una idea: con los panes y los bollos devueltos hizo pan molido y unas rebanadas con mantequilla que durante años se vendieron sin envoltura, amarradas con una liga.

Pero una parte gigantesca de mantecadas y panqués se desperdiciaba y se vendía como alimento para vacas. Velasco hizo un experimento: las molió juntas y cocinó una mezcla dulce. De esa fusión fortuita nacieron las populares barras de piña y las canelitas azucaradas.

Hola Negrito, adiós Negrito

El Negrito reapareció veinte años después, por destello, una travesura del azar. Un día de abril o mayo de 1973, José Luis Aragón, un veracruzano avispado y con piel de habano al que apodaban El Teacher, trabajaba como supervisor en la planta de Santa María la Ribera.

Sacó del molde dos piezas de medias noches —el pan para perros calientes— y los miró unos segundos hasta que dijo:

—Estos panes cubiertos de chocolate serían unos ricos panes negritos.

En poco tiempo el Negrito se convirtió en uno de los productos más redituables de la empresa. En años recientes se le añadió chocolate en medio y su venta creció aún más. Cuarenta años más tarde, en el otoño de 2013, con Estados Unidos como principal mercado de Bimbo y todo un potencial en crecimiento, una decisión financiera llegó como un rayo inevitable: era momento de decir adiós al Negrito y encontrarle un nombre terso e inocuo que le hiciera posible entrar al mercado norteamericano, sin piedras en el camino.

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A finales de octubre, en una página de Facebook, Bimbo convocó a un concurso para rebautizar al Negrito. Hubo cinco finalistas: Funky, Choko, Nito, Rulos y Afro. Nito fue el ganador. La tradición se hizo a un lado para servir a un fin menos romántico y más pragmático: ampliar las ventas netas de Bimbo en Estados Unidos, que en 2012 ascendieron a 78 mil millones de pesos, 8 mil millones más que el mercado mexicano y casi 50 mil millones más que en América Latina.

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