Javier A. Cervantes / Grupo Cantón
Veracruz.— El 23 de noviembre de 1825 marcó uno de los episodios decisivos para la consolidación de la independencia mexicana: la rendición de la fortaleza de San Juan de Ulúa, último bastión español en territorio nacional.
La operación fue encabezada por la naciente Armada de México, bajo el mando del capitán de navío Pedro Sainz de Baranda y Borreiro.
Aunque la independencia se consumó en 1821, tropas españolas permanecían atrincheradas en la fortaleza ubicada frente al puerto de Veracruz, desde donde realizaban ataques esporádicos y mantenían la esperanza de un eventual intento de reconquista.
El gobierno del presidente Guadalupe Victoria consideraba indispensable recuperar el enclave para garantizar la soberanía del país.
En los primeros meses de 1825, la Marina mexicana organizó un bloqueo naval para cortar suministros y comunicaciones a la guarnición española comandada por José María Coppinger.
La estrategia impidió la llegada de agua, alimentos y refuerzos, debilitando rápidamente la resistencia dentro del castillo.
Con la situación insostenible y sin apoyo de la Corona española, los defensores aceptaron rendirse el 23 de noviembre. Ese día se arrió la bandera española y San Juan de Ulúa quedó oficialmente en manos mexicanas.
La recuperación de la fortaleza significó el fin del dominio militar español en México y reafirmó el control del joven Estado sobre su territorio.
Historiadores consideran este episodio como el acto que selló la soberanía del país y consolidó el papel estratégico de la Marina de Guerra Mexicana, cuyo origen se reconoce en esta victoria.