CANCÚN, Quintana Roo.- Nacido en Mérida, Yucatán, el 30 de noviembre de 1787, terminó sus estudios en el Seminario Conciliar de San Ildefonso de Mérida en 1807, e ingresó a la Universidad Real y Pontificia de México en 1808 a estudiar leyes. Su padre, Matías Quintana, fue Procurador síndico general y Capitán de las milicias urbanas en 1812, sufrió prisión en San Juan de Ulúa por apoyar la Constitución de Cádiz en la región, y fue diputado por Yucatán en los primeros años de vida independiente de México.
Pasante de abogacía, Quintana Roo trabajó en el despacho de Agustín Fernández de San Salvador, dos veces rector de la Universidad y tío y tutor de la acaudalada huérfana Leona Vicario. Desde allí tuvo contacto con Ignacio López Rayón y en julio de 1812, se unió en Tlalpujahua a la causa insurgente junto con Manuel Fernández de San Salvador y José Ignacio Aguado, todos colaboradores del despacho citado. Trataban de poner a disposición de la insurgencia los conocimientos de jurisprudencia que habían adquirido en las aulas y en la experiencia cotidiana.
Recibió ayuda de Leona, que se unió a los “Guadalupes”, para apoyar clandestinamente a los insurgentes con información, armas, municiones, alimentos, ropa, medicinas y hasta una imprenta.
Hasta 1813, Quintana Roo trabajó en la prensa insurgente, en el “Ilustrador Americano” primero y después fundó el “Semanario Patriótico Americano”. Se casó con Leona en un campamento, tras de que ella consiguió huir porque fue descubierta y apresada en el convento de Belén de las Mochas, y sus bienes fueron confiscados.
Durante el Congreso de Chilpancingo conoció a Morelos, a quien describió como “un clérigo fornido, cariancho, moreno de grande empuje al andar y movimientos, de voz sonora y dulce”, pero que a pesar de su sencillez, poseía ideas liberales muy claras.
Quintana Roo presidió en Chilpancingo la Asamblea Nacional Constituyente que declaró la independencia el 6 de noviembre de 1813, sin mencionar más a Fernando VII. Una vez firmada la Declaración de Independencia, Quintana Roo escribió un Manifiesto a la Nación para dar a conocer dicha Declaración.
Después, acompañó al Congreso en su huída por varias ciudades de Michoacán y Puebla y en 1814 participó en la redacción de la Constitución de Apatzingán, aunque no estuvo presente en la sesión final del 22 de octubre cuando se firmó la carta.
A la captura de Morelos en noviembre de 1815, Quintana Roo y Leona Vicario se refugiaron en el sur del país y hasta llegan a esconderse en cuevas. Tienen una hija a la que nombraron Genoveva. En marzo de 1818 se acogieron al indulto, fueron condenados al destierro, pero lograron que se les permitiera vivir en Toluca, en donde sufrieron gran penuria económica.
En 1820 Quintana Roo se tituló en derecho, se incorporó al Real Colegio de Abogados y fue nombrado diputado a las Cortes. Al consumarse la independencia fue diputado por el primer Congreso General.
Durante el imperio de Agustín de Iturbide fue subsecretario de Relaciones del 11 de agosto de 1822 al 22 de febrero de 1823; al mostrar su desacuerdo con las acciones del gobierno iturbidista, fue destituido y procesado.
A la caída de Iturbide, Quintana Roo fue nombrado ministro plenipotenciario de México en Londres, pero no ocupó el cargo. En esos días, se afilió al partido yorkino y fue partidario de Manuel Gómez Pedraza. Los siguientes años fue uno de los diputados notables de los Congresos de la época: el nombrado después de la abdicación de Iturbide en 1822 y el Constituyente en 1827. Participó junto con el diputado Rejón en las negociaciones para la elaboración del Tratado de Amistad y Comercio México-Estados Unidos, durante las cuales el embajador Poinsett se vio obligado a reconocer las fronteras fijadas por el Tratado Adams- Onís en 1819.
Quintana Roo presidió la Cámara de Diputados en los años de 1831 y 1832. En la Cámara votó en contra de que se declarara a Guerrero incapacitado para gobernar: “los hechos de Guerrero probarán mala administración, pero no incapacidad moral”. También desde la tribuna y desde las páginas de su periódico “El Federalista Mexicano”, exigió el castigo a los responsables del maltrato a que se sometió a Manuel Gómez Pedraza, del cual era partidario: el presidente Anastasio Bustamante y su ministro de Guerra José Antonio Facio.
Fue después nombrado magistrado de la Suprema Corte de Justicia, cargo que con algunas interrupciones ostentaría hasta su muerte.
A la derrota de Bustamante por el general Antonio López de Santa Anna, en octubre de 1833, siendo Valentín Gómez Farías Vicepresidente encargado del ejecutivo, Quintana Roo fue Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos. a la vez que siguió colaborando en “El Correo de la Federación” y en el “Diario de México”. Desde este Ministerio atacó la actividad política del clero, que usufructuando su condición sacerdotal desde el púlpito difundía e impulsaba sus posiciones, al efecto lanzó una circular en donde conforme a la separación Iglesia-Estado, se sometía el clero al gobierno y se prohibían las acciones políticas del mismo. Con base en esta circular se formuló el decreto de 3 de noviembre de 1833, que declaraba la nulidad de las canonjías porque la provisión de éstas atentaba contra los derechos de la Constitución federal y de la Nación. Por las mismas fechas, Quintana Roo emitió dos decretos que eliminaron la coacción civil en torno al diezmo y al cumplimiento de los votos monásticos. Al ser revocadas estas medidas por Santa Anna al reasumir la presidencia de la República, Quintana Roo renunció al cargo.
Durante la “Guerra de los Pasteles”, Quintana Roo y su esposa Leona, ofrecieron todos sus bienes y peculio al servicio de la Patria.
Después de la guerra de Texas, Quintana Roo regresó a Yucatán, su tierra natal para enfrentar sus tendencias separatistas. El 4 de noviembre de 1841 el general Santa Anna lo nombró comisionado a la península con la misión de gestionar su reincorporación a México. El gobernador yucateco designó tres personajes destacados para negociar con Quintana Roo y ambos lograron establecer un primer convenio, por lo que era previsible la solución del conflicto. Quintana Roo, de regreso a México, fue hecho prisionero por una corbeta del gobierno texano, no reconocido por México, que estaba en alianza con Yucatán. Al ser liberado, Santa Anna desconoció el convenio y preparó tropas para someter a los yucatecos, por lo que Quintana Roo publicó el 19 de marzo de 1842 un manifiesto en el que trató de esclarecer sus acciones en la península, pero dicho manifiesto no fue del agrado de ninguna de las partes.
Durante sus últimos años, Quintana Roo se desempeñó como magistrado de la Suprema Corte de Justicia y también desarrolló actividades académicas y periodísticas. Fundó “El Federalista Mexicano”, fue Vicepresidente del Instituto Mexicano de Ciencias, Literatura y Artes y el primer presidente de la Academia de Letrán, fundada por su protegido Guillermo Prieto en 1836.
Para honrar su memoria, una entidad federativa de la República lleva su apellido: Quintana Roo. Muere el 15 de abril de 1851 en la ciudad de México, nueve años después que Leona Vicario, su esposa. En 1900, sus restos y los de Leona, fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres del panteón de Dolores. Desde 1925, sus restos descansan en la Columna de la Independencia y su nombre está inscrito con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio Legislativo de San Lázaro, sede del Congreso de la Unión.
Escribe Ana Carolina Ibarra (Andrés Quintana Roo): “…Quintana Roo consagró su vida al servicio de la Patria. Su fortuna y relaciones personales, su actividad política, su obra periodística y literaria, no sólo en la etapa de la lucha por la independencia, sino también en las décadas siguientes, giraron siempre en torno a esa preocupación fundamental”.