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28 marzo, 2024

Astillero

El “buenómetro” de Trump y Peña

• Donald: elogios y golpeteo
• Enrique nomás ve “uno”
• Policías y la “razonable sospecha”

Más allá de sus eventuales diferencias tácticas (en particular, respecto al muro fronterizo de las discordias y su forma de pago), Donald Trump y Enrique Peña Nieto coincidieron ayer en practicar un evidente intervencionismo electoral.

El presidente de Estados Unidos, ya embarcado en la búsqueda de otros cuatro años en la Casa Blanca, reavivó desde la región demócrata de California las estampas catastróficas adjudicables a “los malos de la película”, los mexicanos: “Si no construimos el muro, no vamos a tener ni siquiera país. Hay muchos problemas en México: tienen los cárteles. Nosotros estamos combatiéndolos, pero ellos no los combaten como nosotros”, dijo el “justiciero” Trump desde San Diego.

En otra de sus intervenciones, el virtuoso ejecutante del esculpido capilar se armó de peculiares catalejos: “Hay que tener visión, hay que saber qué hay al otro lado”. Esa fisgonería imperial le llevó a declarar a periodistas, respecto a la próxima elección mexicana: “He escuchado que hay gente muy buena compitiendo y he escuchado que hay otros que quizá no son tan buenos. En cualquiera de los casos, lidiaremos con ello”. No dio más referencia respecto a las características de su “buenómetro”, pero se mostró sugestivamente elogioso con Enrique Peña Nieto, con quien dijo tener “una gran relación” (tan venturosa, ha de suponerse, que a veces sus telefonemas terminan entre irascibilidad en inglés).

Hizo una descripción insólita (que no corresponde a las encuestas de opinión en México): “Un tipo maravilloso: Enrique. Un tipo increíble”, con el cual, en relación con el Tratado de Libre Comercio, “estamos tratando de arreglar las cosas. Vamos a ver si ocurre. No sé si vaya a ocurrir”, pues “él es un muy buen negociador; ama al pueblo de México y está trabajando muy duro. Así que veremos que ocurre” en lo que resta del mes en curso.

Elogios y condicionamientos de este tipo deberían causar menos sobresalto a un ocupante de Los Pinos si emergieran de las fauces de una serpiente: el grosero e iracundo Donald está “cultivando” (como diría un yucateco) al debilitado Enrique, tendiendo la cama para un cierre de negociaciones en el TLC que resulten nocivas para México aunque, en contraparte, calculadamente favorables para el desesperado proyecto de continuidad en el poder que llevan a cabo Peña, Luis Videgaray y José Antonio Meade.

El “maravilloso” e “increíble” Enrique, tan patriota y trabajador, sí aplicó de manera más indicativa el “buenómetro”, ahora binacional. Desde Perote, en el Veracruz donde el crimen organizado sigue dominando, como en los peores momentos de Javier Duarte de Ochoa, Peña Nieto se contrapuso a las palabras del dinástico Miguel Ángel Yunes Linares, quien reparte verbo envenenado contra Andrés Manuel López Obrador y un apoyo, siempre en subasta, al panista Ricardo Anaya.

Con un desparpajo digno de concurso, como si en los cinco años y fracción de su gobierno él hubiera cumplido con tales requisitos, Peña Nieto postuló que “el México de hoy demanda, en quien habrá de representarle, honradez, experiencia, honorabilidad, confianza y garantía”. Y entonces precisó, sin dar como nombres los de José Antonio ni como apellido el de Meade, que esas características ideales “yo las veo en uno y solo en uno”.

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Juró el ocupante de Los Pinos que él y su equipo no intervienen ni intervendrán en las elecciones del primero de julio, aunque algo de culpas infractoras admitió al mencionar que opinaría “solo de ladito”, pues “nos van a regañar” y el Instituto Nacional Electoral “nos va a sacar tarjeta amarilla”.

Y, ya encarrerado en la producción doctrinal, filosófica, mediática, internética y profética, el maravilloso Enrique confió en que la sociedad mexicana “no se dejará influenciar por las muchas distorsiones, por las falsas verdades o las muchas mentiras que a veces corren en distintos medios noticiosos o en las redes sociales; somos parte de esa generación que hoy se informa o desinforma, o mal informa a través de la mucha información que corre en la era digital”. ¿Les quedó clara la forma del ¡aguas!?

En ausencia, de gira en Alemania pero cancelando su visita a Estados Unidos (a donde Claudia Ruiz Massieu llevó, específicamente a las oficinas de la Organización de Estados Americanos, el expediente de la nave industrial queretana y las acusaciones de lavado de dinero) Ricardo Anaya Cortés estuvo presente en varias viñetas de la telenovela electoral en curso.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación terminó avalando las disposiciones del Código Nacional de Procedimientos Penales que permiten la realización, sin previa orden judicial, de “inspecciones” a personas y vehículos, siempre y cuando haya una “sospecha razonable” o “flagrancia”. Eso sí, los comprensivos ministros que votaron a favor de esa convalidación, establecieron que esas “inspecciones” no deben ser motivadas por “la apariencia física” de los ciudadanos.

La resolución de la Corte desechó así, por mayoría de votos, las impugnaciones realizadas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Cuatro ministros no estuvieron de acuerdo con esas “inspecciones”: José Ramón Cossío, Fernando Franco, Arturo Zaldívar y Norma Piña, pues consideraron que van contra el sentido de la Constitución. Con este resolutivo, el poder judicial federal añade posibilidades de graves abusos contra la ciudadanía, pues los cuerpos policiacos podrán utilizar de manera discrecional su apreciación de lo que es una “sospecha razonable” para arremeter contra ciudadanos e intervenir en vehículos automotores.

Y, mientras crece el temor de que en el poder legislativo se dé un proceso acelerado y por mayoriteo, para aprobar las designaciones de los fiscales general de la República y el relacionado con la lucha contra la corrupción, ¡hasta mañana, con el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, excusándose de ser funcionario de una casilla el próximo primero de julio, pues ese día tendrá otras ocupaciones por cumplir!

 

 

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