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19 abril, 2024

Voces

Nada que aclarar

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RAFAEL LORET DE MOLA

Tantos escándalos, acusaciones entrecruzadas, señalamientos viscerales, evasivas corrientes, permanencia ante los micrófonos, sarcasmos e ironías, parodias a la puerta de la PGR, impunidad manifiesta para los escándalos de prevaricación, han señalado el rumbo de las supuestas “intercampañas” que sólo han prolongado las mismas posturas de la pre y habrán de dar cauce al proselitismo de la recta final sin más aportación real que las descalificaciones. Me dicen, con sorna, que no falta mucho para nombrar, en cada partido, a un director general de adjetivos… para denostar a los adversarios.

Ahora el de la carita de “yo no fui” –acaso el más devastador calificador de sus críticos–, Andrés, posibilita, alejándose del palenque en apariencia, la riña desgastante entre sus “adversarios” y apenas le responde al Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, cuando éste mete las narices en el proceso mexicano y dice de él que es “un buen escritor pero un mal político”. Agregaría, más bien, que en lo segundo ha sido pésimo al grado de señalar a la “dictadura casi perfecta” de México hasta convertirla en una democracia a punto de caer en un escenario “populista, una democracia demagógica”.

Es increíble que un peso pesado de las letras actuales desconozca que, precisamente, la antítesis de la democracia es la demagogia en su concepción clásica y, por tanto, la amalgama sugerida es imposible: se es demócrata o demagogo. Por supuesto, eso sí, estamos dentro de una aristocracia cuyas fauces son cada vez mayores en una senda tortuosa hacia el dominio total de la oligarquía; algunos dirán que ya estamos en este plano pero desconocen cuánto falta para el aplastamiento social.

Por ejemplo, en la Cámara de Diputados, hace apenas una semana, se votó a favor de disminuir los salarios de los trabajadores enfermos a la mitad, esto es como si toda la familia del incapacitad fuera culpable del mal; si son culpables, muchas veces, las propias empresas que no dotan a sus obreros de la menor seguridad –no se diga en el campo de los mineros mal fotografiados–, y reducen las expectativas de vida de los mismos. Para tales compañías, las más multinacionales, no hay sanción ni coerción alguna… ni siquiera una multita, tal y como sucedió en Pasta de Conchos en febrero de 2006. (Por cierto la Margarita de calderón, ni siquiera asomó las narices en el drama como tampoco hizo presencia en la guardería ABC de Hermosillo, en junio de 2009, aunque su marido ya no fuera presidente, cuando sus parientes tiñeron de sangre sus manos).

Cuidado. No se puede jugar con fuego como lo están haciendo desde el pináculo de Los Pinos, creyendo que todavía es sencillo fraguar un fraude a través de encuestas mentirosas, infames y claramente dolosas –desde las de López Dóriga hasta las de Carlos Marín, repulsivos–, hasta la temprana compra de voluntades con credenciales especiales a cambio de la seguridad de contar con una manada de sufragantes sin destino ni más fe que la supervivencia diaria.

México está cayendo en el mayor de los abismos.

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